lunes, 4 de julio de 2011

Virtud y vicio, dos extremos de una misma naturaleza.


Daniel Llorens Caminotti

            Así como el frío y el calor, son dos manifestaciones de una misma cosa que es la temperatura, la virtud y el vicio están unidos de la misma manera. Comienzo este trabajo con el objetivo de identificar que es lo que los une, de que naturaleza se trata, cuyos extremos se definen como virtud y vicio respectivamente. 

Siendo todas las verdades medias verdades, sabiendo que los extremos se tocan, que todo es y no es al mismo tiempo, me pregunto si un acto cualquiera será juzgado como virtuoso según el punto de vista desde donde se lo mire? 


Durante toda su vida, el ser humano transita el día a día a través de sus actos. Actos que son la consecuencia de su energía vital, fuente de toda manifestación de vida. El Ser dirige sus actos a través del pensamiento. Consciente o inconscientemente, toda acción es causa de un pensamiento. 

Ahora bien, son estos actos los que son pasibles de ser caracterizados como positivos o negativos en una escala dada. Quiero conocer la naturaleza de esta escala, identificarla, para poder determinar los distintos grados de la misma, que determinarán el punto de inflexión, si es que existe, donde el vicio se transforma en virtud y viceversa.

A priori sería sencillo afirmar que la virtud está relacionada con todo aquello que se identifica con el bien. Entonces todas las acciones buenas serían virtuosas y todas las malas acciones viciosas. Sin embargo esto no ayuda a identificar que es lo que hace a algo ser bueno o malo. Aquí es donde comprendo que, dentro del contexto de éste análisis, la manifestación, el acto humano, corresponde al plano de lo físico, donde existen ya normas que determinan que está bien y que está mal, convenidas por los hombres y que no hacen al plano de la virtud propiamente dicha.

En cambio, la causa del acto, el pensamiento, se encuentra en el plano inmaterial que escapa a dichas normas. La intención de realizar el acto, donde nace el pensamiento que generará el mismo, es el punto de partida que determinará el carácter positivo o negativo del mismo. En este punto donde se gestan los actos, es donde se define algo como virtuoso o no.
Y es así que comienza a definirse en mi cabeza la naturaleza de esta “cosa” que contiene ambos extremos. 

Por un lado, pertenece al ámbito interno de cada ser. Por el otro, cada uno posee la capacidad de discernir, de acuerdo a sus valores y principios, que constituye lo bueno y lo malo. Predispuesta la voluntad al bien, es virtud; en caso contrario, es vicio.

Y me animo ya mas cerca de una definición, a decir que la capacidad de identificar el punto, donde la conciencia genera un pensamiento, que conlleva a la realización de un acto de similares características, es la herramienta que posee el hombre para orientar su accionar.

Concluyo así que la definición que estuve buscando, no es otra que la de moral, la cual contiene en sus extremos a la virtud y al vicio. La misma se manifiesta en el origen de los pensamientos. En esa ráfaga de energía que según sea su carácter positivo o negativo, producirá acciones de la misma naturaleza. Que la virtud no es más ni menos que la predisposición del espíritu a gestar pensamientos que generen acciones de bien y al cumplimiento del deber de cada hombre para con sus principios.

Fue entonces que, luego de varias lecturas, logré comprender y vislumbrar, que esa energía gestadora, que tiene la fuerza de un martillo, necesita ser concentrada a través de la inteligencia y la razón de un cincel, para que ésta se manifieste en la  dirección correcta y produzca un acto digno de recorrer la línea de la virtud.

Que es el hombre en su fuero interno el único capaz de juzgar y dirigir sus acciones con el objeto de realizar actos virtuosos. Y que esa capacidad puede y debe ser trabajada desde el interior principalmente, pero también apoyada con la retroalimentación que le brinda su propio accionar.

Daniel Llorens Caminotti

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