domingo, 4 de septiembre de 2011

LA RESPONSABILIDAD COLECTIVA


Cristhian Costantini

Esta semana hemos sido testigos una vez más de un acto horroroso de corrupción familiar, donde una pequeña niña ha extinguido su luz después de haber pasado por el peor de los calvarios.

Su familia, parece estar integrada por una red de delincuentes, lo que dictó inexorablemente la sentencia de la pobre joven, que solo tuvo la suerte de nacer en dicho seno y ser instrumento de un “ajuste de cuentas”. Además del padre preso, caen sobre su madre altas sospechas, así como también sobre un tío directo.


Como suele suceder en estos casos, lo primero que nos preguntamos todos es “¿Quién, por amor de dios, es capaz de tremenda salvajada?” y buscamos desesperadamente al culpable, prendemos la hoguera para quemar a alguien, señalamos con el dedo acusador haciendo cargo a alguien, a quien sea, a todos menos a nosotros mismos.

Una vez más, la sociedad de la que formamos parte, este maravilloso pueblo argentino que integro, salió masivamente a las calles a reclamar justicia, a pedir que se esclarezcan los baches de la investigación del caso Candela y sobre todo: que surja de manera urgente “el culpable” o “los culpables”.

Este tipo de manifestaciones nos conmueven a todos. Ver tanta gente aunada con un propósito, una conciencia colectiva que reclama en pos de una realidad mejor que la que actualmente tenemos es esperanzador, o no?

Ahora, que hubiese sucedido con la niña Candela si se hubiese salvado? No tengo dudas de que habría sido invitada a la Casa Rosada, en primer término, donde hubiese servido para demostrar la humanidad del dirigente de turno, indistintamente del color o ideología del mismo.

En segundo plano, tendría la oportunidad de participar en todos los programas televisivos  que se nutren del dolor ajeno para vender su producto. Hubiese pasado del rubro periodístico al espectáculo en un santiamén, del periodismo “serio” a Jorge Rial del día a la noche.

Su familia hubiese sido un reality show. El padre en la cárcel hubiese sido víctima de alguna foto de archivo junto a Guido Suller, que Jacobo Winograd sacaría a relucir y Candela, finalmente y ganando el premio mayor, sería contratada por Tinelli para su próximo Cantando, Bailando o Patinando, donde le cortaría la pollerita después de una publicidad de miles de pesos el minuto.

Y no nos engañemos: nos hubiese encantado.                 

Entonces yo me pregunto, ¿Quién hace esta sociedad tan enferma?¿Quién comete estos casos de depravación moral? ¿Quién alimenta el des-respeto y la intolerancia nos asalta a diario? ¿Quién nos vende todo este circo animal?. La respuesta es sencilla: nosotros mismos.

Nosotros somos los que consumimos esta parodia de vida y la sostenemos. Somos los exitistas que no perdonamos error y caminamos con el índice en alto, buscando culpables que exoneren nuestra culpa. Condenamos a todo político porque ninguno es bueno, después de que lo votamos y nos peleamos con nuestros semejantes por defenderlo con dientes y uñas. Echamos a todo Director Técnico de un equipo de fútbol después de perder 2 partidos seguidos, pero si nos conduce a la gloria lo endiosamos, imprimimos remeras suyas y le dedicamos canciones.

Podría citar mil ejemplos y serían pocos.

Que difícil se ve, a veces, terminar con esta hipocresía. Suena tan sencillo y utópico a la vez. ¿Tiene remedio esta contradicción que somos los argentinos?

En un paradigma diferente, Simón Bolívar agobiado con la incertidumbre de no entender su pueblo y exclamó: “cada Colombiano es un país enemigo”. A veces me pregunto si nosotros, argentinos, seguimos el mismo ejemplo. Lo pedimos todo, pero no damos nada. Exigimos victoria, condenamos derrota.

Rezo a mi dios para que encuentren a ese degenerado culpable de la muerte de Candela, para que sea juzgado y condenado por los millones de inocentes que no podremos verla bailar en televisión.

Cristhian Costantini

No hay comentarios:

Publicar un comentario